Jacinta parte II

Benxa se quedó callado un momento, prendió un cigarrillo y continuó.

– Jacinta iba con prisa; con prisa loca. Empezaba a llover, sacó una mantilla de su bolso mientras marcaba el pavimento con esas piernas macizas. Caminó y yo, atras de ella, hasta un local a unas cuadras de La Opera.

– Y la perdiste de vista. Dije como para que ya se callará y tomará mas caña y nos fueramos a su apartamento y listo.

– No, ¡claro que no! , me paré frente a lugar tal, y, vi que se trataba de un tablado. Uno bastante bonito y fino, con meseros bien vestidos y mucho ajetreo. Ahora es un antro de mala muerte, pero en ese entonces lo visitaba la crema y nata de Madrid. Decidí entrar.

– ¿Y nadie te dijo nada?

– No pijin, nadie, supongo que creían que era parte del servicio o que se yo.

– ¿Y la encontraste?

– Al principio la busqué entre la gente, pero no la veía. Pero luego me di cuenta que ella no era parte de los asistentes. Ella era el espectáculo.

– ¿Era bailadora?

Era de todo. Cantaba y bailaba al ritmo de las grandes y otras mas grandes. Pero lo hacía mejor que todas. Cuando salía al escenario todos le guardaban respeto unos minutos; luego, empezaba la gran celebración, los gritos y los aplausos. Le aventaban flores y mucho piropeo. Los hombres la deseaban, las mujeres la envidiaban, pero todos los presentes querían algo de Jacinta; la grande. – Pijin era incontrolable, lo que yo sentía por esa mujer no era normal, mi cuerpo la necesitaba, la pedía a gritos con la piel de gallina; mantuve una erección por más de dos horas, uff que dolor de bolas. Benxa se llevó las manos al bulto y recordó.

– Ok. Me estaba incomodando (por razones obvias) ver al Benxa entre caliente y nostalgico, que mala combinación para mí, que me gustaba tanto.

– Regrese a mi casa y toda la noche estuve pensando en ella, con ese ajetreo del corazón; como la primera paja, con esos mismos nervios,como cuando sientes que los latidos te romperán el pecho, con ese sabor a prohibido. Me dolió la polla toda la semana.

– Supongo que así fue.

– Supones bien. Fue entonces cuando me dí cuenta que me había enamorado por primera vez, de eso y que el amor; el amor de verdad, duele un montón.

– Si, lo se Benxa.

– No niñato tu no lo sabes, eres muy joven.

– Pues ¿Cuantos años tenías tu cuando te enamoraste de Jacinta?

– Unos 20, supongo.

– Pues entonces si tengo edad para haberme enamorado.

– Ah si, perdone usted «señor». ¿Y te haz enamorado como yo?

– ¿Como tu? , nah.

– Bueno, vale. Los días siguientes fueron un martirio. Le rogaba a la virgen para que mi padre me mandará a entregarle el salmón y los cayos a La Jacinta. Pero nada. Ya no podía vivir así. Me moriría si no volvía a verla.

– ¿Y que pasó?

– Pues me robé un bacalao y unas ramas de olor y decidí ir a hacer una entrega.

– Jajajaja, estabas desesperado.

Más que desesperado; enfermo. Fui y toque a la puerta. Cual fue mi decepción que me abrió el marica ese que vive con la Jacinta. Pero no podía irme, así que le dije que mi padre le mandaba ese obsequio exclusivamente a Jacinta y que no se olvidara de nosotros. El maricón ese me sonrió y me dijo que seguramente Jacinta estaría muy agradecida y que le diera dos picos a su padre de su parte. Me dió un asco imaginarme al homosexual ese dandole dos picos a mi papá que salí por pies. Bueno para no hacerte la historia más larga, pasó lo mismo y lo mismo hasta que me dí cuenta que Jacinta solo estaba de noche.

– ¿Y como te diste cuenta?

– Pues por que me senté a esperarla afuera de tu edificio, en la banca donde tus amigos fuman porros, ahí la esperé días. Y me cuenta que solo salía cuando era ya de noche. Supongo que dormía todo el día por que estaba desvelada o algo así. Además como te conté antes, la única vez que vi a Jacinta fue cuando se me hizo tarde.

– Tiene sentido.

– Entonces gracias a mis plegarias mi padre me envío a dejar dos kilos de langostinos al número 23. Esperé hasta que fuese tarde, pero no mucho y me prepare para ver a Jacinta. Subí el ascensor , toqué la puerta y escuché una voz que me decía: «un segundo, ahora voy». Mi cuerpo latía completito. Fueron los segundos más largos. Jacinta abrió la puerta, sosteniéndose el vestido del pecho, me pidió que dejará el pedido en el frigo. En la cocina me dí cuenta que ese maricón con el que vive tiene problemas de alcohol, había botellas de tinto vacías por todas partes, ¡esos maricas, como toman! , Amm disculpa si digo maricas y la ostia pero de verdad que me molestan mogollón. Después  pasé a la sala y me quede helado viendo como se intentaba abrochar el segurillo de la espalda del vestido. Se dio cuenta que la veía y me dijo: «¡Alaaa! En vez de estar ahí de mirón ven y ayúdame coño» , me acerqué, se recogió la melena negra y se me puso de espaldas. Otra vez la polla me traiciono. No podía ni moverme. Pero recogí el vestido de su cintura y lo abroche despacito, su piel canela era como bronce puro. Se soltó la melena, se miró al espejo con esas pestañas enormes y me preguntó «¿Que tal? ¿Como me veo?» tartamudee, «uff» fue solo lo que me salió de la boca. «¿Uff?, ala muchacho» Me miró por un instante a los ojos y me descubrió, luego bajó la mirada y descubrió mi pantalon apunto de rasgarse. Me volvió a mirar, se rió con esos labios colorados y me dijo que el dinero estaba sobre la mesa.

– Bueno al menos te sonrió.

– Fue más que eso, me dio permiso con esa sonrisa de dedicarle todas mis fantasias. No solamente las sexuales, también fantaseaba en hacerle un hijo o comerme esos senos perfectos.

– Benxa estás hablando de lo mismo.

– No, una cosa es sexo, otra cosa, es , otra cosa.

– Bueno y  ¿entonces?.

– Pues tenía que verla de nuevo. Quizá lograría enamorarla. Fue entonces cuando empece a ahorrar, bueno realmente empece a robarle al viejo algunas pesetas para poder ir al «tablao» y que se fijará en mí, bueno que viera mas que un repartidor de marisquería sin un duro. Cuando tuve suficiente me puse mis mejores galas y le pedí al Juanjo que me acompañase.

– ¿Quien es Juanjo?

– Era, ya murió, era mi camarada, pero un día su gato; el taiger, lo atacó y murió.

– ¿Un gato lo mató?

– Bueno, no literalmente. Juanjo llego de noche, el gato no lo reconoció en la obscuridad, salto y al atacarlo, el pobre hijo de puta de Juanjo, que era un poco marica; se asusto y cayó por la ventana.

– Lo siento.

– Ese Taiger era un gato mala-leche, pero mucho muy, siempre estaba jodiendo. Bueno el Taiger las pagó todas.

– ¿Como?

– Pues la madre de Juanjo al darse cuenta de lo que había pasado ,antes de ir a recoger lo que quedaba de Juanjo, prendió el horno, agarró a Taiger por la cola y lo metió ahí, puso la escoba entre la puerta y la rendija y trabó el horno para que el gato no pudiese escapar. Luego fue a recoger el cuerpo de mi colega y a hacer todas las diligencias que tiene que hacer uno cuando se le muere otro. 

– ¿Y dejo al gato ahí?

– Si, y eso fue terrible, por que entre las prisas, el papeleo y el llanto, lo olvidó. Después de un rato Taiger ardió en llamas y con el, eñ piso, el piso de abajo y de más abajo, y en el de más abajo vivía Doña Casilda y ya estaba tan vieja la pobre que no pudo escapar y también murió. Entonces la policia descubrió la causa del incendio y se llevo a la madre de Juanjo presa, estuvo ahí varios meses, hasta que, el juez se apiado de ella, claro que, ella le contó que el Taiger había matado a Juanjo indirectamente y pues el juez se conmovió y la dejo salir.

– Bueno, menos mal.

– ¿En que estábamos?

– En que le pediste a Juanjo que te acompañara a ver a la Jacinta.

– Ah si, bueno vale, pues le dije que se vistiera a la altura, y así lo hizo. Cuando entramos al lugar la gente nos miraba como si fuéramos de otro planeta o gallegos. Un mesero se acercó y nos pregunto que si queríamos una mesa o preferíamos la barra, y pedimos la barra por que uno sabe como manejar la barra, una mesa es más difícil, no quería hacer algo mal, entonces me escondí y pedí dos tintos de la casa. Esperámos un rato y anunciaron a Jacinta; la grande. Y «bum» todo se me colapso, todo. Sentía las rodillas que me temblaban, le dije a Juanjo que ¿que le parecía mi mujer? y Juanjo contestó que le parecía un poco tosca, pero no le hice caso y me la imagine desnuda bailando y cantando zarzuelas.

– ¿Podríamos omitir todas tus fantasias sexuales de esta platica por favor Benxa? 

– Ah tío que va, pero si es normal, o que ¿tu no fantaseas con otros maricones?, !por favor¡, si ustedes sois peores.

Lo que no sabía Benza es que uno fantasea con maricones, pero mucho más con los que no lo son, a los «maricas» los puedes tener en cualquier golpe de suerte a los otros no, aunque quien sabe. Ojalá y si. 

– Bueno, bueno, sigue mi Benxa.

– Pues cuando terminó su primera canción todos aplaudían y gritaban. Y yo me animé y también lo hice. Lo malo es que cuando todos se callaron yo dí mi último grito, algo así como: !Pero que culazo! y en el silencio todos se me quedaron viendo; incluyendo a la Jacinta.

– Ley de Morphey.

– ¿Ley de quien? , bueno eso fue bueno y malo.

Continuará…..

Bueno bye